miércoles, 3 de octubre de 2007

ZONA LIBERADA ¿POR INCAPACIDAD?

¿ Y A MÍ POR QUÉ NO ?... O LA INSEGURIDAD NUESTRA DE CADA DIA

La mayoría conoce que mi actividad paralela al periodismo desde hace muchos años es la de Martillero y Corredor Público Nacional y muchos me pidieron y tal vez no sin razón, que comente lo sucedido hace unos días en mi oficina, lamentablemente acompañado de un colega y una visitante circunstancial. El miércoles 26 de septiembre a las 18.15, día de toma de conocimiento de la nueva necesidad de licencia del Intendente y trascendencia de renuncias, etc y mientras dialogaba con Guillermo Olarán sobre la situación institucional del Municipio y sus probables consecuencias, noto que ingresa alguien a la oficina. Salgo de mi escritorio y al atravesar una biblioteca que divide el local me encuentro con una chica a la que abraza su aparente novio.-
La chica en cuestión nos decía después que estaba mirando los carteles con las ofertas que están en la vidriera cuando alguien la abraza desde atrás tomándola del cuello y le coloca un arma en la espalda, pidiéndole que no hiciera ruido e ingresara en silencio a la oficina. Cuando los veo intento decirles que no pueden ingresar hasta mi escritorio y es cuando el joven (de no más de diecisiete años) levanta la vista y veo que tiene un pasamontañas puesto que sólo le dejaba a la vista los ojos mientras siento que me empuja hacia atrás con el caño de un revolver en el pecho. Me pide que no haga ruido, vaya para atrás y me tire al suelo boca abajo “o te quemo” con tanta suerte que al dar otro paso lo encuentra a Guillermo Olarán que sin entender lo que ocurre (y mientras me agachaba) ve el revolver en su cabeza, recibiendo la misma orden.-
Acomodados los tres en el piso nos pide el dinero y los celulares, que dejamos a un costado y comienza a atarnos, nosotros siempre boca abajo y con las manos en la espalda, con los cables de los cargadores de celulares que encontró. La joven que había sido utilizada para ingresar estaba desesperada por lo que pudiera ocurrir, ya que mientras el delincuente hablaba y preguntaba agitaba el arma a uno y otro lado. En medio de esa faena, tras guardar lo que habíamos sacado de los bolsillos y depositado en el piso me pregunta si esperábamos a alguien, a lo que respondo que sí porque allí se graba mi programa de TV y tenía alguien citado a las seis. Cuando me repregunta si “ya debe estar por venir porque pasaron las seis” le digo que si y entonces rápidamente revuelve todo, cajones, abrigos, etc y luego de pedirme que no hiciera ningún comentario periodístico y reiterarnos que no nos moviéramos por lo menos en diez minutos, caso contrario “los quemo a los tres” sigilosamente se retiró.-
No bien pudimos desatarnos, intentamos buscar sin suerte un policía en los alrededores y Guillermo acompañó hasta su oficina de trabajo a esta chica de la que no recuerdo su nombre o si se lo pedimos en algún momento. Lo cierto es que en diez minutos a tres personas, nos asaltaron a mano armada en pleno microcentro a las dieciocho quince horas, sin que nadie se diera cuenta. Hasta aquí los hechos que como bien dice el título, jamás pensé que pudiera ocurrirme sobre todo porque a los periodistas (como a los jueces o defensores penales por otras razones) siempre nos necesitan para reclamar algo cuando están detenidos o realizan huelgas de hambre, etc y por ese detalle siempre se nos preservó de este tipo de delitos, códigos que evidentemente ya no existen.-
Conocidos y amigos me preguntan ¿porqué no lo hice público antes? ¿porqué no hicieron la denuncia? Y la cruda y llana verdad es que no la hicimos porque es menor de edad. Porque lo van a entregar a sus padres y muy probablemente al otro día me esté saludando y riéndose desde la vereda de enfrente, o la espere a la salida del trabajo a esa chica o averigüe donde vive Guillermo para visitarlo. Es decir que entre los tres concluímos que no vale la pena, porque nada nos ayuda, nada nos deja tranquilos a nosotros ni a nadie en situaciones como ésa... nadie nos proteje ni garantiza que se haga justicia con un delito así cometido por un menor. Al final quienes fuimos damnificados, terminamos agradeciendo que no se le escapara un tiro... ¿lo puede creer? Todo, mientras al pueblo, al honesto vecino, al que trabaja y es responsable, se lo quiere convencer que entregue las armas y los deshonestos y delincuentes, andan con revolveres 32 por la calle....

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